viernes, 17 de febrero de 2012

TRES SOLICITUDES EN UNA ORACION


Hechos 4:29, 30
Estas son las solicitudes que en una oración ferviente hicieron los miembros de
la iglesia de Jerusalén cuando vinieron las dificultades. Pedro y Juan habían
hecho un milagro notable en el nombre de Jesús, y el Sanedrín les ordenó que
no hablaran más de este nombre. Los apóstoles dijeron esto a la iglesia, y los
miembros se arrodillaron en oración. Estas son sus solicitudes:
I. Solicitud de protección
“Señor, mira sus amenazas.” A Pedro y a Juan se les había ordenado que no
hablaran ni enseñaran en el nombre de Jesús. Todos los discípulos se daban
cuenta de la severidad del castigo que el Sanedrín imponía a los que
desobedecían sus mandatos; pero no harían caso del sufrimiento con tal de que
pudieran testificar en el nombre del Señor. Así es que pidieron a Dios que
mirara las amenazas, y dejaron todo el asunto al juicio de Dios. Esta fue una
oración a Dios pidiendo su protección, y siempre hay lugar para una oración de
esta naturaleza.
II. Solicitud de privilegios
“Da a tus siervos que con toda confianza hablen tu palabra.” No solamente
rogaron por su rescate, sino también por el privilegio de hablar más en el
nombre del Señor. Estaban muy ansiosos de predicar la palabra de Dios con
toda libertad, y no sabían de otro medio mejor para conseguir valor y confianza
que el de la oración a Dios.



Todos tienen el privilegio de predicar el evangelio hoy día; pero no todos tienen
el valor de hacerlo. Eso se consigue por la presencia del Espíritu Santo.
III. Solicitud de poder
“Que extiendas tu mano a que sanidades, y milagros, y prodigios sean hechos
por el nombre de tu santo Hijo Jesús.” Aquí se reconoce que hay poder
suficiente en Cristo para hacer cualquier milagro; también se reconoce que este
poder está en disponibilidad para los cristianos sinceros que lo pidan. Se
manifestó este poder cuando Pedro y Juan sanaron al cojo, y testificaron que
por medio de la fe el cojo fue curado. Hay otras ocasiones en que se manifestó
este poder como un resultado de las oraciones fervientes.
Los discípulos sentían la necesidad de una protección, del privilegio de hablar
de Cristo, y de tener poder en Su nombre. Rogaron por estas cosas y el Señor
se las concedió.


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