NOTAS INTRODUCTORIAS
Pretexto de
grandes abusos fue el modo persuasivo de presentar la vida cristiana perfecta
tal cual queda descrita en los sermones anteriores. Los enemigos decididos del
señor Wesley le acusaron de haber dicho lo que no dijo, y otros con la mejor intención
entendieron mal su enseñanza- no se contentaban con los límites bíblicos que
definía, sino que llevaban la doctrina de la perfección a extremos
extravagantes y aun pecaminosos. En la Conferencia de 1745 se discutió uno de los abusos
que resultó de dicha causa.
"Pregunta:
¿No debemos evitar
el menosprecio de la justificación con el fin de exaltar el estado de la
completa santificación?
"Respuesta:
Indudablemente que
sí debemos evitarlo, porque en forma insensible cae uno en este error.
"Pregunta:
¿Cómo lo evitaremos
eficazmente?
"Respuesta:
Antes de hablar de
la entera santificación, describamos de la manera más completa que nos sea
posible las bendiciones de la justificación.
"Pregunta:
¿Cómo predicaremos
la entera santificación?
"Respuesta:
Muy parcamente a los que no procuran adelantar en la vida espiritual. A los
que sí adelantan, siempre como anunciando una promesa."
En grado
eminente son aplicables estas palabras a nuestros tiempos. Rara vez son justas
las opiniones extremadas de cualquiera clase. Hagamos por obtener la plenitud
de la promesa de Dios, al mismo tiempo que le rendimos honor por cualquier grado
de gracia que hayamos recibido.
ANALISIS DEL
SERMON XLII
Las tretas de
Satanás son innumerables. Pasamos a considerar una especialmente. El niño en
Cristo es partícipe del reino interior de los cielos. Esta es una gran
bendición, pero Dios tiene reservadas mayores bendiciones: el amor perfecto, la
luz y la pureza perfectas. Satanás destruye la primera bendición, haciendo que
el cristiano se fije en la segunda.
I.
Modo de hacer esto.
1.
Disminuye nuestra alegría haciéndonos pensar en nuestra naturaleza pecaminosa.
2.
Procura destruir nuestra paz tratando de persuadirnos de que no somos dignos de
ver a Dios.
3.
Nos hace dudar de que estamos perdonados haciéndonos ver que no llevamos fruto.
4.
Este es el caso especial en tiempo de debilidad corporal.
5.
Después ataca nuestra justicia. El gozo y la paz son medios importantes de
mantener la santidad interior y exterior. El miedo servil debilita el alma. Muy
aunado a esto viene el asalto en contra de nuestra fe, que es la base de
nuestra santidad. La consideración de nuestros defectos nos hace perder de
vista el amor de Dios en Cristo, y olvidar la recompensa del premio. Además, el
anhelo de la santidad puede convertirse en causa de mal genio, de
irritabilidad, impaciencia, envidia y tal vez de predisposición en contra de
la doctrina de la santidad.
II.
¿Cómo resistiremos estas flechas mortíferas del enemigo?
En lugar de
considerar vuestros pecados, pensad en la gracia libre de Cristo, teniendo
presente la esperanza del cielo, acordándoos de la gran obra que ya se ha
llevado a cabo, animándoos con el ejemplo de otros, redimiendo el tiempo y
procurando obtener la bendición.
SERMON XLII
LAS TRETAS
DE SATANAS
No
ignoramos sus maquinaciones (II Corintios 2:11).
1.
Tan numerosos como las estrellas del cielo o las arenas de la mar, son los
ardides con que el mañoso dios de este mundo pretende destruir a los hijos de
Dios, o al menos atormentar a los que no puede destruir, estorbar y dejar
perplejos a los que procuran emprender la carrera que les es propuesta. Empero
me propongo hablar solamente de uno de esos artificios, si bien lo usa de
varias maneras, por medio del cual se esfuerza en dividir el Evangelio en
contra de sí mismo, y hacer que la una parte destruya a la otra.
2
El reino interior del cielo, que está establecido en los corazones de todos los
que se arrepienten y creen en el Evangelio, no es otra cosa sino
"justicia, y paz, y gozo por el Espíritu Santo." Aun un niño en el
Evangelio sabe que somos hechos partícipes de estas bendiciones, desde el
momento en que creemos en Jesús, pero que son tan sólo los primeros frutos de
su Espíritu-no son la cosecha misma. Si bien es cierto que estas bendiciones
son sumamente grandes, sin embargo, esperamos ver otras aún más grandes.
Abrigamos la esperanza de amar a Dios nuestro Señor, no sólo como le amamos
ahora, con un afecto débil aunque sincero, sino de todo nuestro corazón, y de
toda nuestra mente, y de toda nuestra alma, y de todas nuestras fuerzas.
Aguardamos el poder de estar siempre gozosos, de orar sin cesar, de dar gracias
en todo, sabiendo que "esta es la voluntad de Dios para con vosotros en
Cristo Jesús."
3.
Esperamos ser hechos perfectos en el amor, en eso que destierra todo temor
doloroso y todos los deseos, menos el de glorificar a Aquel a quien amamos, y
de amarle y servirle más y más. Esperamos recibir tal aumento en el amor y tal
conocimiento real de Dios nuestro Salvador, que podamos siempre andar en la
luz "como él está en luz." Creemos que estará en nosotros todo el
sentir que estuvo en Cristo Jesús; que amaremos a todos los hombres de tal
manera que estaremos listos a poner nuestra vida por ellos; que, debido a este
amor, estaremos libres de la ira, de la soberbia, y de todo afecto
pecaminoso. Esperamos ser limpiados de todos nuestros ídolos, de toda inmundicia
de carne y de espíritu; ser guardados de todas nuestras inmundicias, interiores
y exteriores, y purificados como El es puro.
4.
Confiamos en la promesa de Aquel que no puede engañarnos, de que
indudablemente llegará el día cuando en todas nuestras palabras y obras haremos
su santa voluntad en la tierra como se hace en el cielo; día en el que toda
nuestra conversación estará sazonada con sal, apta para administrar gracia a
los oyentes; en que bien sea que comamos, que bebamos, o que hagamos cualquiera
otra cosa, todo se hará para la gloria de Dios. En ese día, todas nuestras
palabras y obras se harán en el nombre del Señor Jesús, "dando gracias
siempre de todo al Dios y Padre en el nombre de nuestro Señor
Jesucristo."
5.
Ahora bien, he aquí el gran ardid de Satanás: destruir la primera obra de Dios
en el alma-o al menos estorbar su desarrollo-valiéndose de la esperanza que
tenemos de una obra más grande. Por consiguiente, me propongo, en primer lugar,
señalar los varios métodos de que se vale para llevar esto a cabo, y en
segundo lugar, cómo podemos defendernos de las flechas que dispara el enemigo
malo; cómo podemos elevarnos todavía más, valiéndonos del mismo medio que
prepara a fin de que caigamos.
I.
Paso, primeramente, a mencionar los diferentes métodos con que Satanás procura
la destrucción de la primera obra de Dios en el alma, o al menos evitar su
desarrollo valiéndose de la esperanza que tenemos en esa grande obra.
1.
Procura desanimar el gozo que sentimos en el Señor, haciéndonos ver nuestra
vileza, lo pecaminoso de la naturaleza humana y nuestra indignidad. Más aún,
sugiere que debe haber en nosotros un cambio todavía mucho mayor, de otra
manera no podremos ver al Señor. Si estuviésemos seguros de permanecer hasta
el día de nuestra muerte en el grado a que hemos llegado, encontraríamos en
ello algún consuelo-si bien no grande-pero sabiendo que no hemos de permanecer
en esta condición-puesto que se nos asegura la existencia de un cambio mayor
que está por venir-y que a no ser que todo pecado quede destruido en esta vida,
no podremos ver la gloria de Dios, el adversario mañoso con frecuencia enfría
el gozo que de otra manera sentiríamos con motivo de lo que ya hemos alcanzado,
sugiriéndonos de un modo perverso lo mucho que no hemos alcanzado y la necesidad
absoluta de alcanzarlo.
Así es que no
podemos regocijarnos en lo que ya hemos alcanzado, porque hay mucho que todavía
no alcanzamos. No podemos sentir plenamente la bondad de Dios que tanto ha hecho
por nosotros, porque hay cosas mucho mayores que todavía no ha hecho.
Igualmente, mientras más profunda es la convicción que Dios obra en nosotros de
nuestra falta de santidad actual, y mientras más vehemente es el deseo de
nuestro corazón de tener esa completa santidad que El nos ha prometido, más nos
tienta el diablo a que menospreciemos los dones actuales de Dios, los que ya
hemos recibido, haciéndonos pensar en los que no hemos alcanzado.
2.
Si Satanás llega a conseguir esto, si puede enfriar nuestro gozo, muy pronto
procede a atacar nuestra paz. Sugerirá estas ideas: "¿Eres digno de ver a
Dios? El es demasiado puro para ver la iniquidad. ¿Cómo puedes engañarte hasta
el grado de creer que te ve con benignidad? Dios es santo, tú eres pecador.
¿Qué comunión tiene la luz con las tinieblas? ¿Cómo es posible que tú, tan
impuro como eres, puedas ser aceptado por Dios? Ves la marca, el premio de tu
vocación celestial, pero ¿no está muy lejos de ti? ¿Con qué valor te figuras
que tus pecados ya han sido borrados? ¿Cómo puede ser esto, antes de que estés
más cerca de Dios, de que te asemejes a El mucho más?" Con tales razones
procurará no sólo trastornar vuestra paz, sino destruir su base; haceros
volver insensiblemente al punto de donde partisteis primero, a buscar la
justificación por medio de las obras, de vuestra justicia; a hacer de alguna
cosa en vosotros el fundamento de vuestra aceptación, o al menos un requisito
previo y necesario.
3.
Si permanecemos firmes en nuestra creencia de que "nadie puede poner otro
fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo;" de que somos
"justificados gratuitamente por su gracia, por la redención que es en
Cristo Jesús," el diablo no se dará por vencido, sino que dirá: "El
árbol por su fruto es conocido: ¿Tenéis los frutos de la justificación?
¿Tenéis el sentir de Cristo? ¿Estáis muertos al pecado y vivís en justicia? ¿Os
habéis conformado a la muerte de Jesucristo y tenéis el poder de la
resurrección?" Entonces, al comparar lo insignificante de los frutos que
sentimos en nuestras almas con la plenitud de las promesas, no podremos menos
que exclamar: "En verdad que Dios no ha dicho que mis pecados han sido
perdonados. Ciertamente que aún no he recibido la remisión de mis culpas. ¿Qué
parte tengo entre los que ya están santificados?"
4.
Muy especialmente insistirá en esto con la mayor vehemencia en la hora de la
enfermedad y del dolor. "¿No dice Aquel que no puede mentir: Sin santidad
nadie verá al Señor? Empero vosotros no sois santos, lo sabéis perfectamente,
así como sabéis que la santidad es la imagen perfecta de Dios. ¡Qué lejos de
vosotros está esa santidad! ¡A qué altura tan grande! No podéis alcanzarla, y
por consiguiente, todos vuestros esfuerzos son en vano. Todo lo que habéis sufrido
de nada vale. En balde habéis gastado vuestras fuerzas. Aun estáis en vuestros
pecados y en ellos pereceréis." Así que si vuestra mirada no se fija en
Aquel que llevó vuestras transgresiones, el diablo os traerá otra vez al
"temor de la muerte," por medio del cual estuvisteis tanto tiempo
sujetos a la servidumbre. De esta manera debilitará vuestra paz y regocijo en
el Señor, si no es que destruirá estas bendiciones para siempre.
5.
Empero aún queda por mencionar su obra maestra de sutileza. No le satisface
haber atacado vuestra paz y contento, sino que procura haceros mayores males.
Procura atacar también vuestra justicia. Se esfuerza en debilitar-y si fuere
posible destruir por completo-la santidad que ya tenéis, valiéndose de esa
misma esperanza que acariciáis de recibir más, de alcanzar por completo la
imagen de Dios.
6.
De lo que ya se ha dicho se desprende en parte la manera con que procura
hacer esto, puesto que, primeramente, al atacar vuestro gozo en el Señor ataca
vuestra santidad, viendo que el gozo en el Señor es un medio precioso de
promover todo temperamento santo, un instrumento del Señor con el que lleva a
cabo mucho de su trabajo en el alma del creyente, y es una ayuda muy importante
no sólo a la santidad interior, sino a la exterior. El gozo del Señor fortifica
nuestras manos en la prosecución de la obra de la fe y de los esfuerzos del
amor; nos ayuda a pelear con valor la batalla de la fe y a echar mano de la
vida eterna. Dios ha querido que ese gozo nos defienda en contra del sufrimiento
interior y exterior; que nos ayude a que alcemos las manos caídas y las
rodillas paralizadas. Por consiguiente, todo aquello que resfría nuestro gozo
en el Señor, obstruye en esa proporción nuestra santidad, y por lo tanto, al
debilitar nuestro gozo, Satanás impide también nuestra santidad.
7.
Lo mismo sucederá si consigue de un modo o de otro debilitar o destruir nuestra
paz, puesto que la paz de Dios es otro medio precioso para desarrollar la
imagen de Dios en nuestras almas. Apenas puede concebirse una ayuda mayor a la
santidad que la tranquilidad de espíritu no interrumpida, la firmeza de la
mente que descansa en Dios y esa calma que reposa en la sangre de Jesús. Sin
esto es casi imposible crecer en la gracia y "en el conocimiento"
vital "de nuestro Señor Jesucristo." Porque todo temor, excepto el
temor filial, hiela y paraliza el alma, seca todas las fuentes de la vida
espiritual y paraliza todo movimiento del corazón hacia Dios. La duda enloda el
alma, como quien dice, y la sumerge profundamente en el cieno. Por
consiguiente, si el miedo y la duda prevalecen, se interrumpe en esa proporción
el desarrollo de nuestra santidad.
8.
Al mismo tiempo que-valiéndose de temores y de dudas-nuestro sabio adversario
procura hacer que nuestra persuasión de la necesidad de un amor perfecto se
convierta en un medio de debilitar nuestra paz, se esfuerza en debilitar
nuestra fe, si no es que en destruirla. En verdad que la paz y la fe son
inseparables, de manera que juntas deben permanecer o caer. Mientras existe la
fe permanecemos en paz. Nuestro corazón está firme mientras creemos en el
Señor. Pero si abandonamos nuestra fe-nuestra confianza filial en ese Dios que
ama y que perdona-se acaba nuestra paz, habiéndose derrumbado la base misma
sobre la que estaba edificada.
Y esta es la
base de la santidad y de la paz. Por consiguiente, cualquiera cosa que
destruye esta fe, destruye igualmente la raíz de la santidad, porque sin esta
fe, sin esta conciencia de que Cristo me amó y se dio a sí mismo por mí, sin
esta persuasión constante de que Dios tiene misericordia de mí por el amor de
Cristo, es imposible que yo ame a Dios. "Nosotros le amamos a él, porque
él nos amó primero," y le amamos en proporción directa a lo firme y claro
de nuestra convicción de que El nos amó y nos aceptó en su Hijo. A no ser que
amemos a Dios, es imposible que amemos a nuestro prójimo como a nosotros
mismos, y, por consiguiente, que tengamos afectos puros para con Dios o para
con los hombres. De lo que evidentemente se sigue que todo lo que debilita
nuestra fe debe, en el mismo grado, debilitar nuestra santidad. Esta manera de
destruir toda santidad no sólo es la más eficaz, sino también la más amplia,
puesto que no ataca a una sola virtud cristiana, a una sola gracia o fruto del
Espíritu, sino que destruye hasta donde puede la raíz misma de la obra de Dios.
9.
Nada extraño es, por consiguiente, que el rey de las tinieblas de este mundo se
esmere en esto hasta más no poder-lo que sabemos por nuestra
experiencia-porque es más fácil concebir la violencia indescriptible con que
frecuentemente viene esta tentación a los que tienen hambre y sed de justicia,
que expresarla con palabras. Cuando ven por una parte, en una luz fuerte y
clara, la terrible maldad de sus corazones, y por otra, la santidad sin
mancilla a que están llamados en Jesucristo-de un lado la profundidad de su
corrupción y su separación completa de Dios, y del otro la imagen del santo,
en la que están renovados, la altura de la gloria de Dios-muchas veces desmaya
su espíritu, casi podrían exclamar: "¡Esto es imposible para con
Dios!" Están prestos a abandonar su fe y su esperanza, a arrojar de sí esa
misma confianza con la que deben vencer todo por medio de Cristo quien los
fortifica, por medio de la cual, después de haber hecho la voluntad de Dios,
recibirán la promesa.
10.
Y si "hasta el cabo retuviéremos firme la confianza," indudablemente
que recibiremos la promesa de Dios que abraza el tiempo y la eternidad. Empero
he aquí otra trampa puesta a nuestros pies: al mismo tiempo que anhelamos
recibir esa parte de la promesa que ha de cumplirse aquí, "la libertad
gloriosa de los hijos de Dios," corremos el peligro de que se nos desvíe
de la contemplación de la gloria que ha de ser revelada en lo futuro. Tal vez
insensiblemente nuestra vista haya dejado de fijarse en la corona que el Juez
justo ha prometido dar en aquel día a todos "los que aman su venida."
Quizá nos desviemos de la vista de esa herencia incorruptible que nos está
reservada en el cielo.
Esta sería
una pérdida para nuestras almas y una demora para nuestra santidad, puesto que
para emprender la carrera que nos es propuesta, precisa tener siempre fijo ante
nuestra vista el punto al que nos dirigimos. Esta es la confianza que tiene
"grande remuneración de galardón" y que antiguamente animó a Moisés a
escoger "antes ser afligido con el pueblo de Dios, que gozar de
comodidades temporales de pecado. Teniendo por mayores riquezas el vituperio
de Cristo que los tesoros de los Egipcios." Muy claramente se dice de uno
mayor que El, que "habiéndole sido propuesto gozo, sufrió la cruz,
menospreciando la vergüenza," hasta que "se sentó a la diestra del
trono de Dios." De lo que fácilmente podemos deducir lo importante que es
tener siempre nuestra vista fija en ese gozo, para poder llevar cualquiera
cruz que Dios en su sabiduría nos ponga, y acercarnos constantemente a la
gloria por medio de la santidad.
11.
Empero al procurar alcanzar esto, lo mismo que esa libertad gloriosa que le
precede, corremos el peligro de caer en otro ardid con el que el demonio
procura enredar a los hijos de Dios. Tal vez nos cuidemos tanto del día de
mañana que nos olvidemos del adelanto del día de hoy. Podemos esperar un amor
tan perfecto que nos olvidemos de usar el que ya se ha derramado en nuestros
corazones-y de esto ha habido ejemplos de personas que han sufrido mucho, de individuos
que estaban tan profundamente interesados en lo que habían de recibir en lo
futuro, que se olvidaban por completo de lo que habían recibido. Esperando
recibir cinco talentos más, escondieron en la tierra el único talento que tenían.
Al menos no lo usaron para la gloria de Dios y el provecho de sus almas, como
pudieron haberlo hecho.
12.
Así es que el enemigo sutil de Dios y del hombre procura invalidar la sabiduría
divina, tratando de dividir el Evangelio en contra de sí mismo y procurando
hacer que la una parte destruya a la otra, que la esperanza de la obra perfecta
aniquile la primera obra de Dios en el alma. Hemos visto varios de los métodos
que usa para hacer esto, tapando, como quien dice, las fuentes mismas de la
santidad. Esto lo consigue más eficazmente haciendo de esa esperanza el motivo
de mal genio.
13.
De manera que cuando nuestro corazón tiene sed de esas grandes y preciosas
promesas; cuando anhelamos recibir la plenitud de la gracia de Dios, como el
ciervo brama por las corrientes de las aguas; cuando nuestra alma exclama llena
de fervientes deseos: "¿por qué se detiene su carro, que no viene?"
no dejará pasar la oportunidad de tentarnos a que murmuremos de Dios. Pondrá en
juego toda su astucia, todo su poder, a ver si acaso, estando desprevenidos,
puede influir en nosotros y convencernos a que murmuremos del Señor porque
demora su venida. Al menos procurará despertar en nosotros cierto grado de
inquietud o de impaciencia-y aun quizás de envidia de aquellos quienes, según
creemos, ya han alcanzado el premio de su vocación celestial. Perfectamente
sabe que al dejarnos dominar de estas pasiones, estamos destruyendo cabalmente
aquello que deseamos edificar.
Al buscar de
esta manera la santidad, nos volvemos más pecadores que antes. Y hay gran
peligro de que nuestra última condición sea peor que la primera; que seamos
semejantes a aquellos de quienes habla el apóstol en estas terribles palabras:
"Mejor les hubiera sido no haber conocido el camino de la justicia, que
después de haberlo conocido, tornarse atrás del santo mandamiento que les fue
dado."
14.
Satanás espera sacar de esto otra ventaja más: desacreditar el buen camino.
Sabe perfectamente que son muy pocas las personas que pueden-y muchísimas las
que pueden, pero no quieren-discernir entre el abuso accidental y la tendencia
natural de una doctrina. Por lo tanto, aúna estas cosas constantemente con
referencia a la doctrina de la perfección cristiana, a fin de predisponer la
mente de los incautos en contra de las promesas gloriosas de Dios. Y ¡cuán frecuentemente,
cuán generalmente, casi estuve por decir cuán universalmente, prevalece en
esto! Porque, ¿dónde está el hombre que al observar cualquiera de los malos
resultados accidentales de esta doctrina, no colija de ellos inmediatamente
que son su tendencia natural, y luego exclame: Ved los frutos, los frutos
naturales, de la tal doctrina? Nada de eso: son los frutos que resultan
accidentalmente del abuso de una verdad preciosa. Pero el abuso de esta o de
cualquiera otra doctrina bíblica no destruye su uso en manera alguna, como la
infidelidad del hombre que tuerce la vía recta no invalida la promesa de Dios.
Dios es verdadero, los hombres son mentirosos. La Palabra del Señor
permanecerá. "Fiel es el que prometió." No nos movamos de "la
esperanza del evangelio."
Paso a
considerar, en segundo lugar, de qué manera podemos parar las saetas agudas del
enemigo malo, y cómo podemos servirnos de estos mismos ataques para alcanzar
mayor crecimiento.
II.
1. Primeramente, Satanás procura resfriar nuestro gozo en el Señor haciéndonos
meditar en nuestra naturaleza pecaminosa y en el hecho de que sin santidad
ninguno verá al Señor. Tomad esta flecha que os dispara y arrojádsela en la
cara por medio de la gracia de Dios, y, al mismo tiempo que sentís vuestra
vileza, regocijaos más en la esperanza de que toda esta maldad quedará
destruida. Al afirmaros más en esta esperanza, cualquiera mala disposición que
sintáis, si bien la podéis odiar muy cordialmente, podrá ser el medio de
aumentar vuestro humilde regocijo en vez de disminuirlo. 'Este pecado y aquel
otro," podréis exclamar, "se desvanecerá ante la presencia del
Señor. Como se derrite la cera en el fuego, así desaparecerá todo esto ante su
faz." Mientras mayor sea el cambio por hacer en vuestra alma, más triunfaréis
en el Señor y os regocijaréis en el Dios de vuestra salvación, quien ya ha
hecho cosas tan grandes por nosotros y quien llevará a cabo otras mucho
mayores.
2.
En segundo lugar, con gran vehemencia os asaltará, valiéndose de esta
sugestión: Dios es santo, tú eres impuro. Estás muy distante de esa santidad
sin la cual nadie verá al Señor. ¿Cómo puedes gozar del favor de Dios? ¿Cómo
puedes imaginarte que estás justificado? Pero cuando así os asalte, procurad
afirmaros más en la persuasión de que: No me encuentro en El por las obras de
justicia que he hecho; soy aceptado en el Amado, no teniendo mi propia justicia
como la causa, en parte o del todo, de mi justificación ante Dios, sino la que
es por la fe en Cristo, la justicia de Dios por la fe. Llevad esto sobre el
corazón como un escudo: "Soy justificado gratuitamente por su gracia, por
la redención que es en Cristo Jesús." Apreciad y estimad más esa verdad
preciosa: "Por gracia somos salvos por la fe." Admirad más profundamente
el don gratuito de Dios al amar al mundo de tal manera que dio a su Hijo
unigénito "para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga
vida eterna."
De este modo,
la persuasión del pecado que sentís por una parte, y la santidad que esperáis
por otra, contribuirán a establecer vuestra paz y a hacer que mane como un río.
Esa paz fluirá como tranquilo río a pesar de las montañas de iniquidad que
darán lugar al valle en ese día cuando el Señor tome posesión de vuestros
corazones. Las enfermedades, el dolor, la muerte misma no bastarán para
sugerir la duda o el temor. Como sabéis, un día, una hora, un momento, son en
la presencia de Dios como mil años. No le falta tiempo para hacer cualquiera
cosa que se propone realizar en vuestras almas. El día que Dios escoge es
siempre el mejor Por consiguiente, no os acongojéis por nada. Hacedle vuestras
peticiones sin temor ni dudas de ninguna clase, sino con acción de gracias,
estando seguros de antemano de que no ha de negaros nada que sea bueno.
3.
En tercer lugar, mientras más os tiente Satanás a que soltéis vuestro escudo, a
que arrojéis vuestra fe, vuestra confianza en su amor, procurad tanto más
conservar lo que habéis alcanzado-desarrollad el don de Dios que hay en
vosotros. No os olvidéis nunca de que tenéis un Abogado para con el Padre, "a
Jesucristo el Justo," y que "lo que ahora vivo, lo vivo en la fe del
Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí." Sea esta
vuestra gloria y corona de regocijo, y cuidad que nadie os la quite. Recordad
siempre que el Redentor vive, que en el último día estará sobre la tierra, y
que ahora tenéis redención en su sangre, el perdón de los pecados. Así pues,
estando llenos de la paz y el gozo de la fe, procurad adelantar para que
vuestras almas sean renovadas en la imagen de Aquel que las creó.
Mientras
tanto, clamad a Dios continuamente, a fin de que veáis el premio de vuestro
alto llamamiento, 'no como Satanás os lo presenta-en una forma horrible y
tremenda- sino en su verdadera y genuina belleza. No como una cosa que debéis
tener para no desplomaros en el infierno, sino como algo que puede guiaros al
cielo. Consideradla como el don más precioso que hay entre los tesoros de la
misericordia de Dios. Al contemplarla bajo su verdadero punto de vista, la
desearéis con mayor ahínco. Vuestras almas estarán sedientas de Dios, y de
esta conformidad gloriosa con su imagen. Y habiendo recibido la promesa de
esto y el gran consuelo de la gracia, no os sentiréis débiles ni cansados en
vuestros corazones, sino que persistiréis hasta alcanzar lo que deseáis.
4.
Con el poder de la misma fe, apresuraos a la gloria. A la verdad que tenéis
ante vosotros la misma perspectiva. Desde el principio Dios ha aunado el
perdón, la santidad, el cielo: ¿qué hombre podrá separarlos? Cuidad de no
correr este peligro. No dejéis que se rompa uno solo de los eslabones de esta
cadena de oro. Por amor de Cristo, Dios me ha perdonado y está renovando en mí
su imagen. Muy pronto me hará digno de El y me conducirá a su presencia. Justificado
por la sangre de su Hijo, enteramente santificado por su Espíritu, pronto
llegaré "al monte de Sión, a la ciudad del Dios vivo, Jerusalén la
celestial." Sí, dentro de poco entrare "a la compañía de muchos
millares de ángeles, y a la congregación de los primogénitos;" estaré
ante "el Juez de todos" y ante "Jesús, el Mediador del nuevo
testamento." Pronto desaparecerán estas tinieblas ante la mañana de la
eternidad. Pronto beberé en el río limpio "de agua viva, que sale del
trono de Dios y del Cordero...Allí le alabarán y servirán todos sus siervos, y
verán su cara, y su nombre estará en sus frentes. Y allí no habrá más noche; y
no tienen necesidad de lumbre de antorcha, ni de lumbre de sol: porque el
Señor Dios los alumbrará: y reinarán para siempre jamás."
5.
Si de esta manera probáis la buena palabra "y el poder del siglo
venidero," no os quejaréis de que Dios no os haya hecho también
"aptos para participar de la suerte de los santos en luz." Y en lugar
de murmurar porque no os ha librado por completo, alabaréis a Dios por lo que
habéis alcanzado; le magnificaréis por lo que ya ha hecho, considerando lo que
habéis alcanzado como arras de lo que ha de venir. No os impacientaréis porque
no habéis sido renovados, sino que lo bendeciréis por la esperanza segura de
serlo, y porque ahora está más cercana vuestra salvación de todos vuestros
pecados, de lo que estaba cuando por primera vez creísteis. En vez de
atormentaros inútilmente porque aún no ha llegado, esperad tranquila y
pacíficamente, sabiendo que "vendrá y no se tardará." Sufrid, pues,
con paciencia, la carga del pecado que aún lleváis, sabiendo que no permanecerá
para siempre. Dentro de un poquito habrá desaparecido por completo. Aguardad a
que el Señor obre. Sed fuertes y "él consolará vuestros corazones."
Poned vuestra esperanza en el Señor.
6.
Si veis que algunos parecen ser ya partícipes de esta esperanza (hasta donde
los hombres pueden juzgar, pues sólo Dios escudriña los corazones), que ya han
sido hechos perfectos en el amor, lejos de envidiar la gracia que hay en ellos,
sea esto motivo de consuelo y regocijo en vuestros corazones. Glorificad a
Dios. Si un miembro recibe honra, ¿no deberán "regocijarse todos los demás
miembros"? En lugar de tener celos y sospechas, alabad a Dios por el
consuelo que os da en ellos. Regocijaos al recibir esta prueba de fidelidad con
que Dios cumple sus promesas; esforzaos por "alcanzar aquello para lo cual
fuisteis también alcanzados de Jesucristo."
7.
Para poder llevar esto a cabo, redimid el tiempo. Aprovechad los momentos.
Afianzad toda oportunidad de crecer en la gracia o de hacer bien. No dejéis que
el deseo de recibir mayor gracia el día de mañana os haga negligentes el día
de hoy. Ahora tenéis un talento, si esperáis recibir cinco más, aprovechad el
que ahora tenéis. Si deseáis recibir más en lo futuro, trabajad más por Dios en
lo presente. Os basta su gracia para el día de hoy. Dios os está colmando de
beneficios, mostrad que sois siervos fieles de la gracia de Dios que ahora
tenéis. Sea lo que fuere del día de mañana, sed diligentes hoy día en
"añadir a vuestra fe templanza, paciencia, amor fraternal" y el
temor de Dios, hasta que obtengáis el amor perfecto y puro. Dejad que haya
estas virtudes en vosotros y que abunden. No estéis ociosos ni seáis estériles
en el conocimiento, para que os sea "abundantemente administrada la
entrada en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo."
8.
Finalmente, si habéis abusado de esta bendita esperanza de ser santos como El
es santo, no por eso la desechéis. Cese el abuso, empero que permanezca el uso.
Usad ahora de esa esperanza a la mayor gloria de Dios y en provecho de vuestra
alma. Con toda la firmeza de la fe, con la tranquilidad de espíritu, en la
plena seguridad de la esperanza, y regocijándoos siempre en lo que Dios ya ha
llevado a cabo en vosotros, seguid adelante hacia la perfección. Creced diariamente
en el conocimiento de nuestro Señor Jesucristo; pasad de fortaleza a fortaleza,
en paciencia, llenos de humilde gratitud por lo que ya habéis recibido y por
lo que habéis de recibir. Corred la carrera que os es propuesta mirando a
Jesús, hasta que, por medio del amor perfecto, entréis en su gloria.
PREGUNTAS
SOBRE EL SERMON XLII
1. (¶ 1).
¿Qué se dice de los ardides de Satanás? 2. (¶ 2). ¿Qué cosa es el reino
interior del cielo? 3. (¶ 3). ¿Cómo esperamos ser hechos perfectos en el amor?
4. (¶ 4). ¿Qué cosa esperamos según la promesa de Dios? 5. (¶ 5). ¿Qué ardid de
Satanás se menciona aquí? 6. (I. 1). ¿Qué cosa se propone demostrar el señor Wesley
primeramente? 7. (I. 2). Si consigue Satanás resfriar nuestro gozo, ¿qué otra
cosa ataca? 8. (I. 3). Sírvase usted mencionar el argumento de Satanás. 9. (I.
4). ¿Cuándo hace uso especial de este argumento? 10. (I. 5). ¿Cuál es la obra
maestra de sutileza? 11. (I. 6). ¿De qué manera procura llevar esto a cabo? 12.
(I. 7). ¿Qué se dice de trastornar nuestra paz? 13. (I. 8). ¿Qué otra cosa
procura destruir? 14. (I. 9). ¿Qué nos enseña la experiencia? 15. (I. 10). ¿Qué
se dice de permanecer firmes hasta el fin? 16. (I. 11). ¿Qué otro lazo nos
tiende? 17. (I. 12). ¿Qué procura hacer el enemigo malo? 18. (I. 13). ¿Qué se
dice de la tentación de murmurar? 19. (I. 14). ¿Qué ventaja espera sacar de
esto? 20. (II. 1). ¿Cómo procura Satanás resfriar nuestro gozo? 21. (II. 2).
¿Qué sugestión hace? 22. (II. 3). ¿Qué cosa se menciona en tercer lugar? 23.
(II. 4). ¿Qué cosas ha unido Dios? 24. (II. 5). ¿Qué se dice de aquellos que
han probado la buena palabra? 25. (II. 5). ¿Qué debe pensar el verdadero
cristiano de las bendiciones que recibe de Dios? 26. (II. 6). ¿Puede caber la
envidia en aquellos que profesan tener el amor perfecto, en un corazón
regenerado? 27. (II. 7). Sírvase usted repetir la exhortación. ¿Qué significa
la expresión: "redimir el tiempo"? 28. (II. 8). ¿Cómo concluye el
sermón?